Capítulo primero

16.1.08

Me levanto del escritorio, crujo mis dedos y bostezo; la casa está vacía así que puedo salir de mi cuarto sin tener que encontrarme con nadie.
Camino de la cocina tropiezo con el sofá, con una caja y con el bastidor de la puerta, ¡qué torpe!, y eso que sólo quiero un vaso de agua.
Miro por la ventana de la cocina para ver si hay luz en el cuarto de baño de las vecinas, vaya, parece que no.
En el camino de regreso evito con agilidad aquello con lo que había tropezado ante aunque choco con mi puerta que juraría que había dejado abierta.
Cuando entro a mi dormitorio has regresado, sentada en tu silla, mirándome; tu vientre abierto, con las tripas sobre el suelo y un charco de sangre que llega hasta la puerta; tienes, como siempre, los ojos vueltos y la mandíbula desencajada, "mierda, tampoco podré dormir esta noche".
No sé si hoy querrás hablar conmigo o te quedarás como tantas veces mirándome toda la noche.
Me siento en mi cama frente a ti, después de tantas visitas ya no me importa pisar la sangre.
"Todavía llevas el colgante que te regalé", le digo, "aunque cada día que pasa la corrupción de tu carne lo oxida más, es curioso que este objeto esté envejeciendo mientras tú estás exactamente igual que cuando te encontré tirada en el bosque; aquel día cometí un gran error "Te he dicho mil veces que aquella tarde trataste mi aún tibio cuerpo con más respeto que aquel que me mató, por eso te quiero. Pero hoy vengo a pedirte algo".

Carlos Xavier Díaz

No hay comentarios: