El sur

20.12.08

" Mañana, en cuanto amanezca, iré a visitar tu tumba, papá. Me han dicho que la hierba crece salvaje entre sus grietas y que jamás lucen flores frescas sobre ella. Nadie te visita. Mamá se marchó a su tierra y tú no tenías amigos. Decían que eras tan raro... Pero a mí nunca me extrañó. Pensaba que entonces tú eras un mago y que los magos eran siempre grandes solitarios. "

El sur, Adelaida García Morales

Dry Martini S.A.

1.12.08

"Hablo solo, bebo té.
Tomo notas para hacer

de mi vida sin ti algo habitable habitable.
Leo entera La Razón.
Hoy desarmé la televisión
tarareando una canción insoportable insoportable.
Así pues, cuando no tengas nada que hacer
y yo pase por tu cabeza
nadie podrá oírte

así que piensa en mí
como si me quisieras
y desde la otra habitación y arrimado contra la pared
te escuchaba cuestionar hasta el mismo amor y yo pensé en voz alta
pero qué mal
Nacho, has vuelto a hacerlo mal
Muy mal
lo hiciste mal
Era un juego y ahora es real.
Pero qué mal Nacho, has vuelto a hacerlo mal,

fatal lo hiciste mal
era un sueño y ahora es real.
Pierdo un vuelo, pierdo un tren
pierdo los papeles
y por ti perderé la cabeza poco a poco
me recibes sonriendo
me arrastras veinte metros por el suelo
y sólo dices esto es cosa de locos.
De locos
mientras alzo una mano con la que
podré rozar el cielo
la otra acaricia tus entrañas
con la punta de sus dedos
y me hago tan pequeño
que me deslizo dentro como un pez
y me pregunto esto será lo más profundo
que te voy a conocer jamás Nacho, has vuelto a hacerlo mal
qué mal lo hiciste mal
era un juego y ahora es real
pero qué mal Nacho, has vuelto a hacerlo mal,
fatal lo hiciste mal
era un sueño y ahora es real
pero qué mal Nacho, has vuelto a hacerlo mal,
muy mal lo hiciste mal
era un juego y ahora es real
nos quedará Nacho, has vuelto a hacerlo mal, menos mal lo hiciste mal,
dry Martini, sexo anal.
El aire, el aire, quererte es intentar atrapar con las manos el aire.
El aire, el aire, quererte es como obrar un milagro.
Tú dices hasta aquí llegué y estuvo bien
pero no te mueves del lugar
yo llego a la de tres
empezaré a correr
pero olvido que no sé contar
pero qué mal Nacho, has vuelto a hacerlo mal, muy mal lo hiciste mal
era un juego y ahora es real
pero qué mal Nacho, has vuelto a hacerlo mal, fatal lo hiciste mal
era un sueño y ahora es real
qué mal Nacho, has vuelto a hacerlo mal, muy mal lo hiciste mal
era un juego y ahora es real
pero qué mal Nacho, has vuelto a hacerlo mal, fatal lo hiciste mal
era un sueño y ahora es real
nos quedará Nacho, has vuelto a hacerlo mal, menos mal
lo hiciste mal
dry Martini, sexo anal.
El aire, el aire, quererte es intentar atrapar con las manos el aire.
El aire, el aire, quererte es como obrar un milagro.
Qué mal, muy mal
era un juego y ahora es real
pero que mal, fatal
era un sueño y ahora es real
pero qué mal, muy, muy mal
era un juego y ahora es real
nos quedará, menos mal,

dry Martini, S.A."

El manifiesto desastre, Nacho Vegas

Última noche feliz sobre la tierra

7.11.08

"Éste que ahora escribe es el perfecto hijo de puta que te destrozó la vida o eso dijiste pero yo lo que quería era recordar aquella gran noche nuestra última
noche feliz sobre la tierra en aquel ático que ya sólo existe en el mítico lugar de las cosas perdidas para siempre en mi vida
sabes a qué me refiero
por si no lo sabes te daré algunas pistas:
1 gramo de nieve, Jamie Cullum, 1 una botella (70 cl) de Johnnie Walker y ese crescendo coronado por un apoteósico final inigualable -te lo juro- "házmelo por ahí"
la verdad no sé si fue antes o después de eso que te jodí la vida pero permíteme que te diga que tampoco pusiste mucho de tu parte para que las cosas fueran diferentes
sabes a qué me refiero
supongo que lo sabes
pero aquella noche en aquel ático -mierda- nada importaba o quizá es que los dos sabíamos que nada de aquello tenía remedio y pensamos -cada uno a su manera- de acuerdo todo va a terminar de hecho todo ya ha terminado pero despidámonos como sabemos hacerlo
y supimos hacerlo claro que supimos creo que no exagero si digo que eso fue lo mejor que hicimos juntos
mucho mejor que comprar las fundas para el sofá de cuero sintético mejor que arrancar aquel horrible papel de las paredes para después pintarlas de aquel horrible color crema mejor que las plantas y el toldo para la terracita que nunca conoció un verano y mejor mucho mejor que llenar el maletero con todos aquellos cuadros espantosos que acabaron pudriéndose en casa de mis padres
supongo que esto querría ser un homenaje pero suena a otra cosa
suena a que daría lo que fuera por tener otra noche como aquella
suena a que no me perdono el hecho de haber borrado tu número
suena a que voy a tener que montármelo solo
otra noche
supongo que sabes cómo termina la historia no esperes nada demasiado original
por si no lo sabes te daré algunas pistas:
nuestro encuentro un año después (era diciembre), tus ocho kilos de más, nuestros respectivos fracasos y -mierda- ya sabes cómo fueron las cosas
salí corriendo y fue lo mejor que pude hacer
todas aquellas palabras para nada
todo aquel repertorio nauseabundo infectado de lugares comunes y mentiras
sabes a qué me refiero
te ahorraré los detalles
pero aquella gran noche
nuestra última noche feliz sobre la tierra qué hermosa te recuerdo entre las sábanas la cabeza girada viéndome llegar con mi perfecta sonrisa de ganador de puto dueño del mundo ya me entiendes
sería capaz de destrozarte la vida de nuevo sólo por repetir aquella noche."


Javier Cánaves

Los automóviles

7.10.08

"Los automóviles llegaron aquí un año de repente,
y con ellos el tiempo, hacia mil novecientos
cincuenta y ocho entonces.
Están los mismos tilos al borde del jardín,
los mismos ojos detrás de la ventana,
siempre conventual
a las fuentes vacías del invierno.
Nos fue dado el amor
de pronto por la vida y sus cosas pequeñas,
armarios diminutos donde encerrar la infancia.
¿Recuerdas?
Era blanco el tejado, y se posan aún
de día las palomas
y sus ojos nos miran como un fuego tardío
cada vez que salimos huyendo de la casa.
Yo he buscado su piel en todas mis amantes,
la marejada rubia de sus hombros,
la formación de almendras que estallaba en su boca
y que luego ponía en las manos de él,
él, que estaba allí,
allí también entre nosotros,
como un inmenso capitán de plomo.

Yo me pregunto entonces si este rostro es mi rostro
o es la vieja pasión de una guerra perdida.
Dos minutos ahora para salir a escena.
Sentir sobre el escote
cómo arden los focos: canta,
canta para París
Y para Siena,
tú que crees que el tiempo no es asunto
de tilos y palomas,
mi viejo capitán de plomo herido,
cierra tu dulce corazón desperdiciado
a las nieves de un parque,
como si amaneciese y abrieras la ventana
y por primera vez
notases que el invierno se ha convertido
en éxito."


Tristía, Luis García Montero

G. La lluvia

4.10.08

"La tercera, de carácter crítico e intelectual, fue la cortedad de luces y la necedad congénita del capellán, quien pronun­ció frases que merecían pasar a esa antología de lo que no debe ser dicho, de que tanto le hablaba su padre."

Los renglones torcidos de Dios, Torcuato Luca de Tena

I y II

2.10.08

I]

"Como un niño que ha visto demasiado,
como un sabio que pierde la cabeza,
viaja de la raíz a la corteza
sin dar lo no venido por pasado.
Regala serventesios al contado,
vacuna con diptongos mi pereza,
parece que levita cuando reza
las aleluyas del enamorado.
Primogénito primus interpares,
comunista y demócrata pagano
entre el Real Madrid y Llamazares.
Licenciado en tormentas de verano,
especialista en fuegos malabares,
qué verso al portador tan primo hermano."

II]

"Vista cansada que a soñar ayuda,
dulce agüero de pájaro con pico
de oro que me salva del perico
cuando la nube negra me desnuda.
Por el Paseo de los tristes duda
entre el norte y la corte del rey chico,
andaluz como Alberti y Federico
como Machado, Juan Ramón, Cernuda.
Hombro donde apoyar la madrugada,
suspiro nazarí que me subleva
contra esos dioses que perdonan nada.
Tribuno de los siervos de la gleba,
mientras le pongas letra a mi balada
conmigo vas, mi corazón te lleva."

Vista cansada, último García Montero (Para Chus Visor), Joaquín Sabina

Luis

19.9.08

"Luis Buñuel 
cuando viene a Madrid,
vive siempre en el piso
número 26 de esa pálida torre.
Desde aquí puedo verlo.
Que bruto y genial es,
lo mismo que aquel viejo inmortal sordo
que se metía en la cama
con la joven duquesa
sin sacarse ni el barro de la botas.
Luis: te irás al infierno, en el que crees, 
y nisiquiera Dios tendrá influencia
como para salvarte."

Versos sueltos de cada día, Rafael Alberti

Polaroid

6.9.08

Como la fotografía envejecida por el sol y las miradas,
como el cartel del cine Octubre cerrado por reformas infinitas
como la sirena varada del Aguapark a pleno invierno.
Así era lo nuestro,

una imagen sin color que delata unas figuras abrazándose, un cariño velado…
y no digo amor porque es eso lo que se perdió.


Manuel Gutiérrez

Perros

17.8.08

Echo Lawrence (Choquejuerguista): Escuche. Rant solía decirle a la gente: "Eres un ser humano distinto a todo el mundo que conoces".
A veces Rant decía: "En realidad solamente existes a los ojos de los demás".
Si tuvieras que grabar una cita en su tumba, su dicho favorito era: "El futuro que tendrás mañana no será el mismo futuro que tenías ayer".

Shot Dunyun (Choquejuerguista): Chorradas. El dicho favorito de Rant era: "Hay gente que nace humana. Al resto nos cuesta toda la vida conseguirlo".

Bodie Carlyle: Me acuerdo de que Rant decía siempre: "Nunca más vamos a ser tan jóvenes como esta noche".

Rant, Chuck Palahniuk

Se desangraba el universo

17.7.08

"Tu ausencia es una cosa que pesa como plomo
Tu ausencia es una cosa dura como metal
Tu ausencia es un enorme barranco al que me asomo
sin tacto sordo ciego igual que un mineral

Tu ausencia es un olor que abrasa mi nariz
Un ruido monstruoso que se cuelga en mi oreja
Un animal sin límites que es todo cicatriz
y que lame mi vida y me la deja vieja

Tu ausencia, esa cosita que no tiene ni abuelo
ni apellido ni forma ni rodilla ni pelo
es sin embargo un bulto majestuoso y profundo

Tu ausencia es una rara prestidigitación
que está vaciando a pausas mi lleno corazón
y que está abarrotando de vaciedad el mundo."



Las rubáiyátas de Horacio Martín, Félix Grande

Esa hormiga...

8.7.08

"Esa hormiga odiaba a aquel león. Tardó diez mil años, pero se lo comió todo, poco a poco, sin que él se diera cuenta."

"Lo maté sin darme cuenta. No creo que fuera la primera vez."

"Lo maté por que no pude acordarme de cómo se llamaba. Usted no ha sido nunca subjefe de Ceremonial, en funciones de jefe. Y el Presidente a mi lado, y aquel tipo, en la fila avanzando, avanzando..."

Crímenes ejemplares, Max Aub

A veces oigo...

"[...] a veces oigo cómo mis huesos se contraen bajo el peso de todas las vidas que no estoy viviendo."
Tan fuerte, tan cerca, Jonathan Safran Foer

La casa como barco

7.7.08

"La casa como barco
en alta mar de junio.
Las calles como trenes
de noche sosegada.
Estas cosas no pasan en el mundo.
Estoy por afirmar
que ahora vivo en un libro de poemas.
Pero si tú me miras,
decidida a existir
desde el fondo templado de tus ojos,
también existe el mundo.
Y muy probablemente
yo acabaré por existir contigo."

Disciplina secreta, Luis García Montero

La cosecha

2.7.08

"El año en que comencé a decir cigarrillo en vez de cigarro, un hombre que apenas conocía casi me mata por accidente.
El hombre no estaba herido cuando el otro auto impactó con el nuestro. El hombre que había conocido por una semana me llevó en brazos por la calle de una manera que implicaba que no podía ver mis piernas. Recuerdo haber sabido que no debía ver, y sabiendo que me habría encantado ver si no fuera porque no podía.
Mi sangre estaba sobre la ropa de este hombre.
Dijo, “estarás bien, pero este suéter está arruinado”.
Grité por miedo al dolor. Pero yo no sentía dolor alguno. En el hospital, después de inyecciones, sabía que había dolor en el cuarto – sólo que no sabía de quién era.Lo que le pasó a una de mis piernas requirió cuatrocientos puntos, los cuales, cuando me tocó contar la historia, se volvieron quinientos puntos, porque nada es tan malo como podría ser.
Los cinco días en que no sabían si podrían salvar mi pierna o no aumenté dos tallas.
El abogado fue el que usó la palabra. Pero no llegaré a eso hasta un par de párrafos más.
Estábamos teniendo esa conversación sobre las apariencias – cuán importantes son. Cruciales es lo que yo dije. Pienso que las apariencias son cruciales.
Pero este tipo era un abogado. Se sentó en una silla de vinilo acuoso cerca de mi cama. A lo que se refería con apariencias fue cuánto de mi pérdida de ellas valía en una corte.Pude discernir que al abogado le gustaba decir corte. Me dijo que había tomado tres veces la prueba final antes de graduarse. Dijo que sus amigos le habían dado tarjetas de negocio con un bonito relieve, pero estas adorables tarjetas se suponía que dirían Abogado-afiliado, cuando en realidad decían Abogado-al-fin.
El ya había cubierto la pérdida de nuestros capitales.“Hay otra cosa” dijo. “Tenemos que hablar de matrimonialidad”.
La tendencia era decir ¿matrimo-qué?, aunque ya sabía qué significaba al primer momento de escucharlo.
Yo tenía dieciocho años. Dije, “primero, ¿por qué no hablamos de citalidad?”
El hombre de una semana ya se había ido, el accidente lo llevó de vuelta a su esposa.
“¿Piensas que las apariencias son importantes?”, le pregunté al hombre antes de que se fuera.
“No al principio” dijo.
En mi barrio hay un tipo que era un maestro de química hasta que una explosión se llevó su cara y dejó lo que había detrás. El resto de él se viste impecablemente de trajes negros y zapatos lustrados. Lleva un maletín al campus universitario. Qué acogedora – su familia, dijo la gente – hasta que la esposa se llevó a los niños y se mudó de la casa.
En el solarium, una mujer me enseñó una foto. Dijo, “así es como mi hijo solía verse”.
Pasé mis tardes en Diálisis. Les daba igual cuando una silla reclinable estaba libre. Tenían televisores pantalla ancha de color, mejores que los que hay en Rehabilitación. Los miércoles por la noche veíamos un show donde mujeres en ropas caras aparecían en espléndidos sets y prometían arruinarse las unas a las otras.A uno de mis lados había un hombre que sólo hablaba en números telefónicos. Le preguntarías como se siente y el diría “924-3130”. O diría “757-1366”. Tratamos de adivinar que era lo que significaban estos números, pero nadie lo daría por seguro. Hubo a veces, al otro lado, un niño de 12 años. Sus pestañas estaban gruesas y oscurecidas por medicación de presión arterial. Él era el siguiente en la lista de trasplantes, tan pronto como – la palabra que usaban era cosecha – tan pronto como el riñón fuera cosechado.La madre del niño rezaba por conductores ebrios.
Yo rezaba por hombres que no fueran discriminadores.
¿No somos todos, pensaba, la cosecha de alguien?
La hora terminaría, y una enfermera de piso me llevaría en ruedas hasta mi cuarto. Ella diría, “¿por qué ver esa basura? ¿Por qué no mejor me preguntan cómo estuvo mi día?”.
Pasé quince minutos antes de irme a la cama apretando horquillas de goma. Uno de los medicamentos estaba haciendo que mis dedos se endureciesen. El doctor dijo que me lo daría hasta que no pudiera abotonarme la blusa – un modo de expresarse con alguien en un vestido largo de algodón.
El abogado dijo, “trabajo de caridad”.
Se abrió la camisa y me mostró donde una acupunturista le había aplicado jarabe de cola, enterrado cuatro agujas y dicho que la verdadera cura era el trabajo de caridad.
Dije, “¿Cura para qué?”.
El abogado dijo, “Inmaterial”.
Tan pronto como supe que estaría bien, me sentí segura de que estaba muerta y no lo sabía. Me movía a través del tiempo como una cabeza cortada que termina una oración. Esperaba el momento que me despertara de mi vida aparente. El accidente ocurrió al atardecer, así que en ese momento era cuando más me sentía así. El hombre que conocí la semana pasada me llevaba a cenar cuando sucedió. El lugar fue en la playa, una playa en una bahía en la que puedes mirar las luces de la ciudad, un lugar donde puedes observarlo todo sin tener que ponerle atención.Un buen tiempo después fui finalmente a esa playa. Yo conduje el auto. Era el primer buen día de playa; vestí pantalones cortos.
Al borde de la arena me desaté las vendas elásticas y vadeé hacia la espuma. Un chico en un traje mojado miró mi pierna. Me preguntó si un tiburón lo había hecho; había vistazos de grandes blancos por esa parte de la costa.
Le dije que sí, que un tiburón lo había hecho.“¿Y vas a volver a entrar?” preguntó el chico.
Yo dije “Y voy a volver a entrar”.
Dejo mucho afuera cuando digo la verdad. Lo mismo pasa cuando escribo una historia. Voy a empezar ahora a contarte qué es lo que he dejado fuera de “La Cosecha” y quizás empiece a preguntarme porque tuve que dejarlo fuera.
No hubo otro auto. Sólo hubo un auto, el que me impactó estando en la parte de atrás de la motocicleta del hombre. Pero piensa en las incómodas sílabas cuando dices motocicleta.El conductor del auto era un periodista. Trabajaba para un periódico local. Era joven, un graduado reciente, e iba en camino a una reunión para cubrir una protesta. Cuando digo que en ese entonces yo era una estudiante de periodismo, es algo que podrías no haber aceptado en “La Cosecha”.
En los años que siguieron, esperé por el nombre del reportero. Él rompió con la historia del templo en People que resultó en el viaje de Jim Jones a Guyana. Luego, cubrió a Jonestown. En el cuarto ciudadano del San Francisco Chronicle, mientras el número de víctimas mortales ascendía a novecientos, los números fueron posteados como donaciones en una noche de promesas. En algún lugar de los cientos, un letrero fue pegado a la puerta que decía JUAN CORONA, CHÚPATE ESA.En la sala de emergencias, lo que le ocurrió a mi pierna no requirió cuatrocientos puntos sino un poco más de trescientos. Exageré incluso antes de empezar a exagerar, porque es cierto – nada es nunca tan malo como podría serlo.Mi abogado no era ningún afiliado. Era uno de los socios en una de las firmas más viejas de la ciudad. Él nunca se habría abierto la camisa para revelar el sitio de la acupuntura, que es algo que él nunca habría tenido.Matrimonialidad era el título original de “La Cosecha”.
El daño hecho a mi pierna fue considerado cosmético aunque aún, después de quince años, me cuesta arrodillarme. En un arreglo fuera de corte antes del juicio, me dieron cien mil dólares. El seguro del auto del reportero subió doce dólares por mes.Se había sugerido que me frotara la pierna con hielo, para resaltar las cicatrices, antes de que me subiera la falda tres años después para la corte. Pero no había hielo en los cuartos del juzgado, así que no tuve oportunidad de pasar o fallar esa prueba de ética.
El hombre de una semana, a quien pertenecía la motocicleta, no era un hombre casado. Pero cuando pensaste que tenía una esposa, ¿no era yo responsable de lo que sucedía? ¿Y no se me venía encima?
Después del accidente, el hombre se casó. La chica con la que se casó era una modelo de pasarela. (“¿Piensas que las apariencias son importantes? Le pregunté al hombre antes de que se fuera. “No en un principio”, dijo).
Aparte de ser una belleza, la chica valía millones de dólares. ¿Habrías aceptado esto en “La Cosecha” – que la modelo fuera también una heredera?
Es cierto que íbamos camino a comer cuando ocurrió. Pero el lugar donde podías observarlo todo sin tener que prestarle atención no era una playa en una bahía; fue en la cima del Monte Tamalpais. Teníamos la cena con nosotros al aproximarnos por el ondulante camino montañoso. Esta es la versión que tiene cabida para una ironía perfecta, así que no te incomodes cuando diga que por los próximos meses, desde mi cama de hospital, tuve una espectacular vista de la mismísima montaña.Habría escrito la siguiente parte en el cuento si alguien la hubiera creído. ¿Pero quién lo habría hecho? Yo estuve ahí y no lo creí.En el día de mi tercera operación, hubo un intento de escape en el Centro de Ajustamiento de Seguridad Máxima, adyacente a la Sentencia Perpetua, en la prisión de San Quentin. “Hermano Soledad” George Jackson, un hombre negro de veintinueve años, sacó una pistola calibre .38, gritó “¡Hasta aquí!” y abrió fuego. Jackson fue asesinado; también lo fueron tres guardias y dos “otorgadores de escalón social”, presos que les llevan a otros prisioneros sus comidas.
Otros tres guardias fueron apuñalados en el cuello. La prisión está a un paseo de cinco minutos en auto del hospital Marin General, así que ahí es donde los guardias heridos fueron llevados. La gente que los llevó eran tres tipos de policías, incluyendo Patrulleros de Carretera de California y Sheriffs del Condado de Marin, altamente armados.Habían policías en el techo del hospital con rifles; estaban en los pasillos, invitando a pacientes y visitantes a volver a sus cuartos.
Cuando fui llevada en silla de ruedas hacia fuera de Recuperación más tarde ese día, vendada de la cintura a los tobillos, tres oficiales y un sheriff armado me registraron.
En las noticias esa noche, hubo un seguimiento del disturbio. Mostraron a mi cirujano hablándole a reporteros, indicando, con un dedo en la garganta, cómo había salvado a un guardia cosiendo de oreja a oreja.Esto lo vi en televisión, y porque era mi doctor, y porque los pacientes de hospitales son ensimismados, y porque estaba dopada, pensaba que el cirujano estaba hablando de mí. Pensé que estaba diciendo, “Bueno, está muerta. Se lo estoy anunciando a ella en su cama”.
El psiquiatra que vi por derivación del cirujano dijo que el sentimiento era bastante común. Ella dijo que las víctimas de traumas que aún no han asimilado el trauma creen que están muertas y que no lo saben.Los grandes tiburones blancos en las aguas cerca de mi casa atacan de una a siete personas al año. Su principal víctima es el buzo de abalón. Con los bistecs de abalón en treinta y cinco dólares el kilo y subiendo, el Departamento de Pesca y Juego espera que los tiburones no muestren ni un rastro de disminución."

La cosecha, Amy Hempel

Tabaquería

27.6.08

"No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.
(...)
Fallé en todo.
Como no tuve propósito alguno tal vez todo fue nada.
Lo que me enseñaron
lo eché por la ventana del traspatio.
Ayer fui al campo con grandes propósitos.
Encontré sólo hierbas y árboles
y la gente que iba era igual a la otra.
(...)
¿Qué puedo saber de lo que seré, yo que no se lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pienso ser tantas cosas!
Y hay tantos que piensan ser esas mismas cosas
que no podemos ser tantos."

Fernando Pessoa

Animus necandi

19.6.08

"Tengo una pequeña caja de madera que nunca has visto y de la que no te he hablado.
Está escondida bajo el ultimo cajón de mi armario y tiene pequeños dibujos de flores azules y blancas que se han ido estropeando, sin llegar a marchitarse, con el tiempo.
En ella guardo cosas que me son muy queridas: Una vieja foto en la que, siendo yo un bebé, mi madre me sostiene en sus brazos; la pulsera de cuentas de colores que encontré en la playa en mi mejor verano, un dramático poema que me escribió algún antiguo novio, un peine de concha que perteneció a mi abuelo, un pequeño colgante de jade que compré en Francia; una de las corazas huecas de escarabajos que, de niña, recogía cuando iba al pueblo; la entrada del primer concierto al que fui, el collar de aquel perro mío al que atropelló un coche, un gracioso dibujo que me regaló un niño en la sala de espera de una consulta médica, una pluma de vencejo, y un pequeño cuaderno con tapa de cartón verde gastada en las esquinas en el que, si vas a mirar, encontrarás que he ido anotando, una a una, las cien razones por las que voy a matarte."

A

Sauce ciego, mujer dormida

27.5.08

"Veintesiete, veinteocho, veintenueve años... Una edad poco adecuada para morir. Los poetas mueren a los veintiún años, los revolucionarios y las estrellas del rock, a los veinticuatro. Una vez superada esa edad parece que, de momento, estés a salvo. Como mínimo, eso es lo que presupone la mayoría de la gente. Ya has dejado atrás la legendaria curva fatídica, ya has cruzado el túnel lúgrube y oscuro. Tienes por delante una recta autopista de seis carriles por la que (aunque no te apetezca demasiado) puedes volar hacia tu destino. Te cortas el pelo, te afeitas todas las mañanas. Ya no eres poeta, ni revolucionario, ni estrella del rock. Ya no duermes la borrachera dentro de una cabina telefónica, ni bebes hasta perder el sentido, ni escuchas ningún LP de los Doors a todo volumen a las cuatro de la madrugada. Has suscrito un seguro de vida por conveniencia, has empezado a beber en los bares de los hoteles, desgravas de los impuestos la factura del dentista. Porque tú ya tienes veinteocho años."

La tragedia de la mina de carbón de Nueva York, Haruki Murakami

La metamorfosis

7.5.08

"Cuando Gregorio Samsa despertó aquella mañana, luego de un sueño agitado, se encontró en su cama convertido en un insecto monstruoso. Estaba echado sobre el quitinoso caparazón de su espalda, y al levantar un poco la cabeza, vio la figura convexa de su vientre oscuro, surcado por curvadas durezas, cuya prominencia apenas si podía aguantar la colcha, visiblemente a punto de escurrirse hasta el suelo. Innumerables patas, lamentablemente escuálidas en comparación con el grosor ordinario de sus piernas, ofrecían a sus ojos el espectáculo de una agitación sin consistencia."


La metamorfosis, Franz Kafka

Teresina

18.4.08

"Y allá arriba en aquel alto una viuda habitaba,
ella tenía una hija, Teresina se llamaba,
y el que la pretendía yera príncipe de España.
Pasan tiempos, vienen tiempos, Teresina embarazada,
su madre desque lo supio empezaba a encomendarla,
en fuego te quemes niña, en fuego seas quemada.
El príncipe que lo supio, cayó muy malín en cama,
llamaron siete doctores de los mejores de España.
Unos dicen que se muere, otros dicen que no es nada,
no siendo el doctor más viejo que le miraba y callaba,
¿qué me mira buen doctor que tanto me mira y calla?
Lo que le digo don Diego que disponga de su alma,
tres horas tiene de vida y hora y media ya va andada
y hora y media que le queda pa disponer de su alma.
Bien lo oyera el rey, su padre, que en altas torres estaba,
que poco dura mi hijo, que poco duras mi alma.
Bastante dure mi padre, hasta que Dios lo mandara.
Ahí te queda Teresa, Teresina embarazada,
padre, de lo que le di, padre no le quite nada,
no siendo un anillo de oro que le di de enamorada.
Si tu le diste un de oro, yo le daré un de plata,
ella si trae una hija será monja en Santa Clara,
ella si trae un varón será príncipe de España.
Y estando en estas palabras Teresina allí llegara.
¿De dónde vienes Teresa tan cansada y fatigada?
Vengo de Santo Domingo de oír misa en Santa Clara,
de rezar al dios del cielo que le saque de esta cama.
De esta cama, si por cierto, no será mucha tardanza,
esta cama, si por cierto, mañana por la mañana,
tres horas tengo de vida y hora y media ya va andada
y hora y media que me queda pa disponer de mi alma.
Teresina oyendo esto siente la pena en su alma,
siente la pena en su vientre y cae enferma en la cama.
En fuego te quemes niña, en fuego seas quemada.
Él muere a la media noche, Teresina a la mañana,
le abrieron el vientre y un niño lindo le sacan.
Los echaron los tres juntos en un ataúd de plata
y aquí se acaba la historia de los príncipes de España."

Teresina, Lucas 15

Impares

12.4.08

"Impares. Fila 13. Butaca 3. Te espero
como siempre".

Pablo García Baena

Life vest under your seat

7.4.08

"Señores pasajeros buenas tardes
y Nueva York al fondo todavía,
delicadas las torres de Manhattan
con la luz sumergida de una muchacha triste,
buenas tardes señores pasajeros,
mantendremos en vuelo doce mil pies de altura,
altos como su cuerpo en el pasillo
de la Universidad, una pregunta,
podría repetirme el título del libro,
cumpliendo normas internacionales,
las cuatro ventanillas de emergencia,
pero habrá que cenar, tal vez alguna copa,
casi vivir sin vínculo y sin límites,
modos de ver la noche y estar en los cristales
del alba, regresando,
y muchas otras noches regresando
bajo edificios de temblor acuático,
a una velocidad de novecientos
kilómetros, te dije
que nunca resistí las despedidas,
al aeropuerto no,
prefiero tu recuerdo por mi casa,
apoyado en el piano del Bar Andalucía,
bajo el cielo violeta
de los amaneceres de Manhattan,
igual que dos desnudos en penumbra
con Nueva York al fondo, todavía
al aeropuerto no,
rogamos hagan uso
del cinturón, no fumen
hasta que despeguemos,
cuiden que estén derechos los respaldos,
me tienes que llamar, de sus asientos."

Habitaciones separadas, Luis García Montero

Paseo por las calles...

30.3.08

"Paseos por las calles que revientan,
pues las cañerías ya no dan más por entre edificios que hay que esquivar,
pues se nos vienen encima,
por entre hoscos rostros que nos escrutan y sentencian,
por entre establecimientos cerrados,
mercados cerrados,
cines cerrados,
parques cerrados,
cafeterías cerradas.
Exhibiendo a veces carteles (justificaciones) ya polvorientos,
CERRADO POR REFORMAS,
CERRADO POR REPARACIÓN.
¿Qué tipo de reparación?
¿Cuándo termina dicha reparación, dicha reforma?
¿Cuándo, por lo menos,
empezará?
Cerrado...cerrado...cerrado...
todo cerrado...
Llego, abro los innumerables candados, subo corriendo la improvisada escalera.
Ahí está, ella, aguardándome.
La descubro, retiro la lona y contemplo sus polvorientas y frías dimensiones.
Le quito el polvo y vuelvo a pasarle la mano.
Con pequeñas palmadas limpio su lomo, su base, sus costados.
Me siento, desesperado, feliz, a su lado, frente a ella,
paso las manos por su teclado, y, rápidamente, todo se pone en marcha.
El ta ta, el tintineo, la música comienza, poco a poco, ya más rápido
ahora, a toda velocidad.
Paredes, árboles, calles,
catedrales, rostros y playas,
celdas, mini celdas,
grandes celdas,
noche estrellada, pies
desnudos, pinares, nubes,
centenares, miles,
un millón de cotorras
taburetes y una enredadera.
Todo acude, todo llega, todos vienen.
Los muros se ensanchan, el techo desaparece y, naturalmente, flotas,
flotas, flotas arrancado, arrastrado,
elevado,
llevado, transportado, eternizado,
salvado, en aras, y,
por esa minúscula y constante cadencia,
por esa música,
por ese ta ta incesante."

The Parade Ends, Reynaldo Arenas

Pactos Diabólicos en Flores

29.3.08

"Satanás: ¿Qué pides a cambio de tu alma?
Hombre: Exijo riquezas, posesiones, honores y distinciones.... Y también juventud, poder, fuerza y salud... Exijo sabiduría, genio, prudencia... Y también renombre, fama, gloria y buena suerte... Y amores, placeres, sensaciones... ¿Me darás todo eso?
Satanás: No te daré nada.
Hombre: Entonces no tendrás mi alma.
Satanás: Tu alma ya es mía. (Desaparece)"

El hombre que pedía demasiado, Alejandro Dolina

Tengo un reproche

17.3.08

"Tengo un reproche que hacerle al mundo.
Lo culpo por haber desatado sobre mí
toda la furia de este mal incurable,
de esta patología del espíritu:
El doble don de la sensibilidad suficiente
para apreciar las cosas buenas y sencillas,
y la absoluta incapacidad para disfrutar de ellas.
No es la mala vida la que me mata, no;
es la vida toda
y mi conciencia extrema de ella
-vislumbre de la muerte.
Primero maldigo. Luego
reclamo un poco de atención:
Dimito como ser humano."

Política de hechos consumados, Nacho Vegas

Luz de mi vida

9.3.08

“Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta."

Lolita, Vladimir Nabokov

Un decálogo murakamiano apócrifo

23.2.08

1. Silogismo: la ficción es imaginación y la imaginación es real, luego ¿la ficción es real?
2. Ante la duda, jamás desprecies la ficción de género: Raymond Chandler o J. G. Ballard también valen su peso en oro.
3. Lleva razón Roland Barthes: el que habla (en el relato) no es el que escribe (en la vida) y el que escribe no es el que es.
4. Pulp fiction y Cult fiction conviven en la novela sin necesidad de cuidados especiales.
5. Una fórmula para la felicidad: un vaso de Wild Turkey leyendo cuentos de Carver mientras suena la Suite francesa de Poulenc (o cualquier tema de Bill Evans o Bird Parker, de cualquier grande del jazz, mejor).
6. Un cóctel que nunca falla en narrativa: 1/3 de ambigüedad, 1/3 de humor y 1/3 de memoria inventada.
7. No existe la ficción americana, rusa o japonesa. Existe la ficción (que será global o no será).
8. Kafka en el altar: "Explica lo más extraño como si fuese lo más natural".
9. Balzac y Gauguin discutiendo sobre si Star Trek es mejor que Fort Apache mientras Hitchcock les espera en Starbucks tomando un café.
10. Goyesca japonesa: "El sueño de la ficción produce monstruos".

Veinticuatro imágenes de la alienación, Javier Aparicio Maydeu

A la puta que llevó mis poemas

13.2.08

"Algunos dicen que debemos eliminar del poema
los remordimientos personales,
permanecer abstractos, hay cierta razón en esto, pero
¡POR DIOS!
¡Doce poemas perdidos y no tengo copias!
¡Y también te llevaste mis cuadros, los mejores!
¡Es intolerable!

¿Tratas de joderme como a los demás?
¿Por qué no te llevaste mejor mi dinero?
Usualmente lo sacan de los dormitorios y de los pantalones borrachos y
enfermos en el rincón.
La próxima vez llévate mi brazo izquierdo o un billete de 50,
pero no mis poemas.

No soy Shakespeare pero puede ser que algún día ya no escriba más,
abstractos o de los otros.
Siempre habrá dinero y putas y borrachos
hasta que caiga la última bomba,
pero como dijo Dios,
cruzándose de piernas:
veo que he creado muchos poetas pero no mucha poesía."

A la puta que llevó mis poemas, Charles Bukowski

9

"También eso podía ser una explicación, un brazo apretando una cintura fina y caliente, al caminar se sentía el juego leve de los músculos como un lenguaje monótono y persistente, una Berlitz obstinada, te quie-ro te quie-ro te quie-ro. No una explicación: verbo puro, que-rer, que-rer. "Y después siempre, la cópula", pensó gramaticalmente Olivera."

Rayuela, Julio Cortázar

Hay alguien en la habitación del niño y 3ª parte

5.2.08

"Pero no eran los remordimientos, como no era la risa de Miguel. Miguel se reía bajito, como si le diera vergüenza, hasta ponerse colorado de tanto contener la carcajada. Esta risa es franca y en ocasiones descarada, está hecha para provocar. Suena en los momentos más inoportunos, cuando estoy cansada, cuando aún no me he despertado del todo y me cuesta seguirla por el pasillo hasta su destino, que es siempre el mismo: la habitación de Miguel.
Pronto surgieron los demás sonidos. Las palabras, los estornudos. Quien quiera que fuera, estaba aprendiendo a leer: yo reconocía fragmentos de las cartillas con las que enseñaba a mis alumnos, hace más de cuarenta años. Una noche más bien fría probé a dejar la ventana abierta y al día siguiente comenzaron los estornudos. Repentinos como explosiones, incontenibles, furiosos. Duraron casi una semana. Fue un resfriado pertinaz.
Al llegar la primavera, decidí contárselo a mi sobrino Tomás. No sé por qué lo hice. Pensé: Tomás es el único que me quiere. Tal vez debería saberlo.
Tomás acudió a mi llamada con su urgencia de siempre. Se sentó en el sofá, silencioso, gordo. Una tripa excesiva para sus treinta y dos años, dos años menos que los que tendría Miguel. Le conté lo de la puerta, lo de las risas y los demás ruidos. Me escuchó con atención, aunque con la mirada clavada en la alfombra. No dijo nada. De pronto, se levantó y se fue a revisar la habitación de su primo. Al volver al salón, se desplomó de nuevo en el sofá y habló al fin: Tita Rosa, te acompaño al médico.
El doctor me conoce ya. Son muchos los que se han empeñado en que lo visite desde la muerte de Miguel. Es un hombre tranquilo, atento. Firma recetas de medicamentos que tranquilizan más a mis acompañantes que a mí. Esta vez también extendió varias recetas. Hice lo de siempre: compré los medicamentos, los metí en el cajón de la mesilla de noche, no probé ninguno. A Tomás, siempre que me llama, le digo que me los tomo puntualmente. No se atreve a preguntarme por los ruidos, y cuelga en seguida el teléfono, aliviado de tener muchas cosas que hacer.
Desde que se lo conté a Tomás, ha venido a verme algún pariente al que hacía mucho que no veía. Mi sobrina Margarita, que me odia, estuvo dando saltos en el sofá durante media hora larguísima. Está mal de los nervios desde niña. Durante su visita, se oyó claramente una risa burlona y el bote de una pelota en el pasillo. Sé que lo oyó, pero decidió no salir huyendo, y allí se quedó, peleándose contra su propio miedo. En un momento dado, los nervios se le trastocaron tanto que tuvo que levantarse y empezó a pasear por la casa, con la excusa de mirar la decoración. Qué buen gusto tienes, tita Rosa, tú siempre tan elegante, decía con voz temblona. Al pasar frente a la habitación de Miguel, como quien no quería la cosa, tiró de la puerta suavemente hasta cerrarla. Yo no presté atención a su parloteo hasta que se le cortó en seco. Entonces la miré. Estaba pendiente de algo que sucedía a mi espalda, quieta y con los ojos muy abiertos. Murmuró que debía irse y me besó con prisa.
Recuerdo sus mejillas heladas. Cuando se fue me di la vuelta y comprendí: la puerta del cuarto de Miguel había vuelto a abrirse. Sola.
Margarita no volverá a visitarme. Tampoco contará a nadie lo ocurrido; ya tiene bastante fama de loca en la familia.
A mí no me importa que me tengan por loca. Todos piensan que tengo motivos para estarlo desde hace mucho. Vienen a sentarse en mi sofá y a mirarme durante horas, sin saber qué decir. Les doy lástima. Miran de reojo el pasillo que conduce a la habitación de Miguel, me sugieren, una vez más, que venda la casa. Yo no les contesto. Estoy deseando que se vayan porque, desde hace tiempo, todas las tardes acerco la bandeja de la merienda al cuarto de Miguel. No siempre la recojo vacía. Hay alimentos que no tienen éxito ninguno. La leche, por ejemplo. La leche siempre me la llevo como la dejé. A Miguel tampoco le gustaba la leche. Pero yo le obligaba a bebérsela.
Me da igual lo que piensen de mí porque sé que no estoy loca. Tampoco soy una pobre imbécil. Sé que lo que habita el dormitorio de Miguel no es mi hijo. Mi hijo está muerto y, si viviera, sería un hombre de más de treinta años y se habría marchado de casa hace tiempo. No sé quién está viviendo entre sus cosas, quién se ríe mientras me acerco por el pasillo y causa ese movimiento que tienen las cortinas cuando me asomo por la puerta. En cualquier caso, me siento menos sola desde que sé que hay alguien en la habitación del niño."


Hay alguien en la habitación del niño, Beatriz Olivenza Bernardo

Hay alguien en la habitación del niño 2ª parte

30.1.08

"Yo oigo risas infantiles. No risas de niños distintos, sino de uno solo, que tiene la voz aguda y un poco nasal, como si estuviera resfriado. Es un solo niño pero se ríe de mil modos diferentes: a veces con alegría espontánea, a veces con mala idea, a veces con crueldad. Oigo su risa desde hace cinco meses. Sonó por primera vez una semana después de que la puerta del cuarto de Miguel decidiera cerrarse sola.
No recuerdo qué estaba haciendo yo en la cocina. Tal vez desayunando, tal vez recogiendo la ropa seca del tendedero. Sí recuerdo dónde sonó la risa: en la terraza acristalada del salón. Hacia allí me dirigí sin perder un momento, pero al salir de la cocina oí cómo la risa se escabullía pasillo adelante. Eché a correr, no sé si asustada o sorprendida, y tuve todo el rato la sensación de que unos pasitos apresurados me precedían en una carrera que desembocó en el dormitorio de Miguel. Entonces se hizo el silencio.

Me acordé de mis tiempos de maestra. Con frecuencia el pasillo al que daba mi clase era un clamor de grititos y de carcajadas infantiles que se oían desde el piso de abajo. Me bastaba subir la escalera taconeando para que el clamor subiera un instante de intensidad: era un ajetreo de pasos y de voces sofocadas y de trastear de libros y mesas que crecía y crecía hasta quebrarse, y entonces, cuando yo asomaba por la puerta del aula, me encontraba a los treinta y tantos muchachitos sentados en sospechosa quietud, sonrientes, pura inocencia, y hasta había uno más desparpajado que decía: Buenos días, señorita Rosa, pero no podía evitar que me saltase a la vista algún detalle indeseado, una canica rodando por en medio de la clase o un mensaje en la pizarra que insultaba al más empollón.
Aquella mañana, cuando me asomé a la habitación de Miguel, sucedió lo mismo: todo habría estado en perfecto orden, a no ser por la cortina, que se balanceaba suavemente.
Me detuve a pensar. Allí mismo, sentada sobre la cama de Miguel, probablemente con un trapo de cocina o una prenda de la colada entre las manos. No sentía miedo. A una mujer que ha tenido que reconocer el cadáver de su hijo de nueve años, ya nada le da miedo. Tampoco iban a ser los remordimientos, a esas alturas. Había vivido veinticinco años con la puerta del cuarto de Miguel abierta, asomándome a mirar sus cosas, enfrentándome cada día al recuerdo de su carita de roedor asustado la primera vez que me dijo: Mamá, no quiero ir al cole. Y al día siguiente: Mamá, me sigue un hombre alto. Y por fin: Me da miedo el descampado, mamá, acompáñame. Demasiados trucos de chiquillos a mis espaldas como para hacerle caso. Menos cuento, y al cole; mamá tiene muchas cosas que hacer. Y allá se fue Miguel, con su miedo y su cartera a cuestas. Nunca regresó de aquel descampado. [...]"


Hay alguien en la habitación del niño, Beatriz Olivenza Bernardo

Hay alguien en la habitación del niño 1ª parte

27.1.08

"El primer indicio ocurrió una tarde del pasado otoño, cuando sonó el estrépito de una puerta al cerrarse de golpe. Pensé: Vaya viento. Pero al alzar la vista del periódico que estaba leyendo, me encontré con las hojas lacias del sauce que acaricia los cristales de la terraza del salón. Ni una pizca de viento, aquella tarde de otoño. Pensé: Una puerta de la casa de la vecina. Aun así me levanté y avancé por el pasillo, periódico en mano. Revisé puertas y ventanas. Todo en su sitio. Excepto la puerta del cuarto de Miguel.
Yo nunca cierro la puerta de su cuarto. Las habitaciones que tienen siempre la puerta cerrada son habitaciones de muerto. Se las deja así, atrancadas, para no echar de menos al que se ha ido, pero también porque dan un poco de miedo todos esos objetos que ya no tendrán uso. Las habitaciones que tienen la puerta unas veces abierta y otras cerrada son las que se utilizan; uno nunca sabe cómo las ha dejado, si una corriente repentina las golpeará contra el marco o si el gato se desgañitará queriendo salir de su encierro. Y luego están las habitaciones que tienen siempre la puerta abierta. Estas son las de los muertos a los que no se olvida. Como Miguel.
La puerta del cuarto de Miguel se había cerrado sola, aquella tarde de otoño sin viento. Llevaba años abierta, y aun así no le había costado demasiado girar sobre sus goznes y encajarse en el marco de madera. Sin rechinar, limpiamente. Clac.

La volví a abrir. Dentro no había nada que justificase aquel movimiento inesperado. Ninguna ventana abierta, ningún gato. Yo no tengo gato. No soplaba viento aquella tarde de otoño. La dejé abierta y volví al salón, a mi lectura. No pensé más en la puerta del cuarto de Miguel durante varios días.
Tengo casi setenta años y a mi edad es posible oír cosas que no existen. Una conocida me contó en la sala de espera del médico que por las noches oye golpes. No en la puerta de la calle, como sería lo esperable, ni siquiera en la de su dormitorio, sino en la del armario de luna que está frente a su cama. Como si hubiera alguien encerrado dentro o como si uno de sus trajes hubiera cobrado vida. No se puede atribuir la responsabilidad a un gato: mi amiga tampoco tiene gato (no es cierto que todas las ancianas tengamos uno). Tampoco a las termitas, ya que no se trata de un crepitar leve, sino de golpes claros, contundentes, como de alguien que llama con la intención de entrar. A esta mujer le han hecho todo tipo de pruebas y de reconocimientos, y han llegado a una conclusión que viene a decir, en palabras sencillas y cotidianas, que los ruidos están en el interior de su cabeza. No es cierto. Mi amiga me ha contado (aunque a los médicos no se lo ha llegado a decir) que si se pone tapones de cera en los oídos duerme de un tirón, sin oír nada. Los golpes no están dentro de su cabeza, sino en el exterior, al otro lado de la puerta del armario de luna de su dormitorio. [...]"


Hay alguien en la habitación del niño, Beatriz Olivenza Bernardo

Creencias

19.1.08

"Mientras haya una sola persona que la crea,
no hay historia que no sea cierta."


Paul Auster

Divagaciones

16.1.08

Hay una estela en el aire
y una Stella en la tierra
y es tela dice el sastre
el tejido de tus venas.

Rocío Ocampo

Capítulo primero

Me levanto del escritorio, crujo mis dedos y bostezo; la casa está vacía así que puedo salir de mi cuarto sin tener que encontrarme con nadie.
Camino de la cocina tropiezo con el sofá, con una caja y con el bastidor de la puerta, ¡qué torpe!, y eso que sólo quiero un vaso de agua.
Miro por la ventana de la cocina para ver si hay luz en el cuarto de baño de las vecinas, vaya, parece que no.
En el camino de regreso evito con agilidad aquello con lo que había tropezado ante aunque choco con mi puerta que juraría que había dejado abierta.
Cuando entro a mi dormitorio has regresado, sentada en tu silla, mirándome; tu vientre abierto, con las tripas sobre el suelo y un charco de sangre que llega hasta la puerta; tienes, como siempre, los ojos vueltos y la mandíbula desencajada, "mierda, tampoco podré dormir esta noche".
No sé si hoy querrás hablar conmigo o te quedarás como tantas veces mirándome toda la noche.
Me siento en mi cama frente a ti, después de tantas visitas ya no me importa pisar la sangre.
"Todavía llevas el colgante que te regalé", le digo, "aunque cada día que pasa la corrupción de tu carne lo oxida más, es curioso que este objeto esté envejeciendo mientras tú estás exactamente igual que cuando te encontré tirada en el bosque; aquel día cometí un gran error "Te he dicho mil veces que aquella tarde trataste mi aún tibio cuerpo con más respeto que aquel que me mató, por eso te quiero. Pero hoy vengo a pedirte algo".

Carlos Xavier Díaz

Los amantes

"¿Quién los ve andar por la ciudad
si todos están ciegos ?
Ellos se toman de la mano: algo habla
entre sus dedos, lenguas dulces
lamen la húmeda palma, corren por las falanges,
y arriba está la noche llena de ojos.

Son los amantes, su isla flota a la deriva
hacia muertes de césped, hacia puertos
que se abren entre sábanas.
Todo se desordena a través de ellos,
todo encuentra su cifra escamoteada;
pero ellos ni siquiera saben
que mientras ruedan en su amarga arena
hay una pausa en la obra de la nada,
el tigre es un jardín que juega.

Amanece en los carros de basura,
empiezan a salir los ciegos,
el ministerio abre sus puertas.
Los amantes rendidos se miran y se tocan
una vez más antes de oler el día.

Ya están vestidos, ya se van por la calle.
Y es sólo entonces
cuando están muertos, cuando están vestidos,
que la ciudad los recupera hipócrita
y les impone los deberes cotidianos."

Los amantes, Julio Cortázar

Muerte en el olvido

15.1.08

"Yo sé que existo
porque tu me imaginas.
Soy alto porque tu me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
oscuro, torpe, malo
el que la habita."

Muerte en el olvido, Ángel González

Atengámonos a la manera correcta de llorar

13.1.08

"Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos."

Instrucciones para llorar, Julio Cortázar

Cuando te regalan un reloj

"Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan —no lo saben, lo terrible es que no lo saben—, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj."

Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda a un reloj, Julio Cortázar

Naufragios del infinito

Cajones vacios y perlas sin brillo,
piratas vencidos en tierras de nadie,
mares inmensos, barcos, naufragos del infinito
vagones con cargas repletas,
viajan en la niebla, hacia la inconciencia
sigo sigo caminando en la quietud y volando en la superficie,
sumergida en un mar de aire
respirando infinito
tocando materia
oyendo la voz sin sonido
escuchando el aura
y viendo colores en la direccion del pasaje de drake
caratulas de nieve en los fondos
declive
el mundo oblicuo
todo se cae y se desvanece

Rocío Ocampo

¿Cómo se llamaba?

10.1.08

¿Cómo se llamaba? Era de esparto y arroz, con cucharas de mediodía y voz honda. De humo negro, orujo de hierbas y domingo con siesta.
A veces intento recordarle pero me quedo varado en la esquina del pasillo desde donde le vi partir, “para siempre” me decía mi hermano Antonio, “no volverá nunca”. Y nunca lo hizo.
De pelo cano y dientes de hepatitis, palabra larga y distante como el pasillo que nos separó, hormigón de armónica y luz de parásito.
Que razón tenía mi madre al decirme al oído que las tormentas pasan y que sólo quedan en el recuerdo voces calladas sin sentido, refugio de fantasmas recuerdos y que, poco a poco, se desintegrarán como una gaviota a pleno horizonte que va a morir en alta mar.
Palos y piedras, dedos inquisidores, rapidez de hormiga, zahorra, perjuicio y perdición.
Era mi padre, ahora un eco vacío.


Manuel Gutiérrez

Es un muchacho

8.1.08

"Es un muchacho sin importancia colectiva,
exactamente un individuo."

L´Église, Louis Ferdinand Céline

Canción sin nadie

7.1.08

"En el décimo B
no amanecen los días y las noches
ya no tienen un sueño para el amor o el miedo.

Tras las ventanas sucias,
de la mujer ausente nadie sabe.
Sus paredes la dan por desaparecida.

Una mujer ausente
y el cisne negro de la soledad
que se posa en un lago de luz desalquilada.

Ya nadie sabe nunca.
Pero alguien que pasa sin saber
piensa que el viento flota con olor a cerrado."

Las flores del frío, Luis García Montero